domingo, 21 de julio de 2019

La otra Luisiana en True detective


En el anterior comentario sobre la serie True Detective, tocamos la configuración literaria de la ciudad de Carcosa, emblema del gótico norteamericano, dejando por fuera, en esa ocasión, el otro lado de la historia de Luisiana, es decir, la historia de esclavitud de los negros oculta en el  sur de EEUU. Parece que estuviéramos hablando de un tema lejano al asunto principal de True Detective, la historia de dos detectives envueltos en la investigación de una serie de crímenes de mujeres, relacionados con una secta compuesta por una elite blanca, aficionada por prácticas que mezclan de forma perversa cristianismo, vudú y violencia marcada por una irónica pizca de sadomasoquismo; no obstante, si la trama de detectives en la tradición de la que se alimenta Nic Pizzolatto, versa básicamente sobre la persecución (a veces imposible y fatal) de la verdad en un fondo de tinieblas,  que más que indagar sobre la mirada que propone la serie sobre la descomposición del sur, arrasado por su propio pasado vigente en un presente de envilecimiento colectivo.



El estado de Luisiana era uno de los lugares con mayor población de negros esclavizados antes de La guerra de Secesión, que acabó con la esclavitud en el siglo XIX. Mientras Lincoln aprobaba la proclamación de Emancipación y firmaba la liberaron de los esclavos, la elite blanca conservadora transformó las plantaciones (algodón, caña, tabaco, etc.) de esclavos, en plantaciones de aparcería y en granjas carcelarias. Los negros continuaron siendo explotados, desmembrados de sus raíces y creencias por la campaña evangelizadora del cristianismo, afianzando con la sangre de sus cuerpos, el desarrollo de la incipiente economía capitalista. Cabe mencionar que todavía a finales de la década de los 90, después de largas jornadas de lucha y resistencia a lo largo del s. XX, las políticas llevadas a cabo por las fuerzas de inteligencia de la CIA, encargadas de salvaguardar los intereses de las clases dominantes, procuraron insertar, sin escatimar medios, todas las formas de violencia conocidas (adicción a las drogas, seducción por las armas, deformaciones morales, etc.), dislocando el tejido cultural de la población negra. Es en ese sentido, que podemos observar un nivel simbólico en True detective que convoca a pensar en la ausencia del otro. Y de hecho, es cierto, hay muy poca presencia de personajes de raza negra en escena, cuya inquietante tachadura es justamente un síntoma social que evidencia el despliegue de una serie delirante que muestra el envilecimiento colectivo provocado por la configuración colonialista de lo viviente (la fuerza epistémica de un sur anómalo) en manos de una elite blanca desquiciada.
Y así, en True Detective aparece Luisiana, como un espacio marcado por esa impronta colonial capitalista que empuja a sus ciudadanos a someterse al delirio enajenante de una existencia sin mucho sentido. Sin embargo, mientras la serie nos muestra la configuración colonial de un sur cristiano, pedófilo, pobre, racista, machista, atrasado, etc.; también nos ofrece un espacio larvario, es decir, en resistencia permanente, donde lo otro aparece para desestabilizar el orden, en un lugar de trasformaciones inesperadas, donde las luces del pantano seducen a los hambrientos de verdad, como nuestros queridos detectives, a una profunda esquizo terapia de sus esencias.


No hay comentarios:

Publicar un comentario