True
detective introduce con autoridad poética a su amplia audiencia en la
mítica ciudad de Carcosa, -imaginada inicialmente por Ambrose bierce en Un
habitante de Carcosa, re-descubierta por Robert W. Chambers e inscripta en el horror
cósmico del universo simbólico de H. P. Lovecraft-, como ramas arteriales de la
tradición literaria anglo-americana de la que se alimenta Nic Pizzolatto para
adentrarnos en una Carcosa espectral escondida en el interior periférico de
Luisiana. La trama de la obra explota la existencia de otros mundos,
descubriendo la relación con lo desconocido y la perversión violenta de la
crisis cultural norteamericana. Los detectives Rust Cohle y Martin Hart
descubren un mal corrosivo que se oculta en la ciudad maldita y contamina la
psicoesfera de los buenos ciudadanos de Luisiana.
En Carcosa sucede algo similar al
malestar de la cultura descrito por Freud, al entrar en su arquitectura
cultural el animal que somos corre el riesgo de enloquecer. No obstante, hay un
efecto beneficioso en la situación apremiante de los detectives cuando no
pueden dejar de sentir el terror en sus vidas, al contemplar con sus ojos, la
perversión encarnada por la familia de los Childress, históricamente vinculada
con las prácticas satánico-religiosas o paganismo de blancos, y la serie de
innumerables violaciones y asesinatos de menores. Tal como menciona Zizek, parafraseando a su vez a Lacan: el terror es una forma de saltarnos el estado simbólico del indiviuduo (el lenguaje, la sociabilidad, ek superyo) y entrar en el estado real, precio al lenguaje, ese magma donde las sensaciones esquizoides, las puras impresiones y los significados (libres de su atadura) campan a sus anchas. Siguiendo
a Nietzsche, podemos decir que tanto Rust como Martin son afectados por el
abismo pantanoso que se descubre en Carcosa. Cabe mencionar un rastro poético
fundamental en la transformación de los personajes, un rastro que les permite
la redención a raíz del contacto peligroso con el otro, es decir, un contacto
transformador, donde la subjetividad prolifera desde pensamiento del otro. Así
Martin sufre un proceso de metabolización por medio del terror que le permite
pasar de la esfera-límite del ciudadano estándar del “American way life” a
descubrir la intensidad de lo sensible en el sufrimiento del otro.
La potencia estética del
pensamiento nihilista de Rust nos hace pensar en un Don Quijote de los
pantanos, definición que relacionamos con la afirmación realizada
por Martin sobre la personalidad de su pareja: “es incapaz de diferenciar una
idea de un hecho”. No obstante, en esa incapacidad intelectiva encontramos una
inversión del dogmatismo del pensamiento racional, y el surgimiento de una
ética de la negación, capaz de desvelar la trampa colectiva, la dialéctica
panzuda de lo normado, la telaraña de Carcosa en la que todos estamos arrojados.
Cohle logra desvelar el misterioso pantano de nuestra realidad contemporánea:
Estamos en un pantano enlodado/ los caimanes nadan a nuestro alrededor/ y ni
siquiera lo sabemos/sabes porque/ porque
no los vemos.
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