El amor controlando tu vida
Para
algunos espectadores y comentaristas, la cuarta temporada de Black Mirror, es
como un disco de música pop, donde solo se puede encontrar un hit que se
diferencie del resto. Aunque tal afirmación sería injusta, algo tiene de
verisímil, como cualquier polémica. El hit potente, el sencillo imprescindible de la temporada, nos trae a la
narrativa de la serie una historia más de amor contrariado o comedia romántica.
Pero “Hang: DJ” es un pieza casi musical que logra opacar con sus sonidos
disonantes toda la oferta de la serie mainstream de Netflix.
En
“Hang: DJ”, el hilo argumental está marcado por el sello de Timothy Van Patten,
director de series de la talla de “The Soprano”, bajo la propuesta conceptual original,
creada por Charlie Brooker, para Black Mirror. Me refiero a la visión distópica
de la sociedad occidental, donde la radicalización de la tecnología saca a
relucir el lado oscuro de la naturaleza humana. Este episodio particularmente
introduce una temática romántica al extremo de convertirse en una puesta en
escena de la gramatización del amor por medio de un dispositivo tecnológico de
poder, bajo una sociedad de control totalitario del deseo, como proponen
autores con la importancia de Gilles Deleuze o Bernard Stiegler, para pensar la
crisis actual de nuestra contemporaneidad abocada entre un abismo climático y
una pulsión insana hacia el progreso y el desarrollo.
Las
parejas amorosas, y posteriormente las familias formadas, son seleccionadas por
un dispositivo que funciona con
características similares a la retícula vigilante del Gran Hermano de G. Orwell. Una aparato
que dispone y regula el tiempo que una pareja debe estar junta, para poder
acceder al nivel máximo y ascender. Podemos ver como tal experiencia lleva al
extremo la incapacidad de decidir como sujeto (parejas asignadas que no son
compatibles y deben cumplir con un tiempo indeseable dispuesto por el programa)
y la impotencia de vivir el mundo de los
afectos bajo el dominio de la configuración algorítmica (un sistema
tecnológicamente líquido de compatibilidad sospechosamente infalible). Acaso no
vemos algo de esto en el despliegue de nuevas relaciones eróticas, desde que
plataformas como Tinder han naturalizado self
service opresivo sobre las cuestiones amorosas que experimentamos en una
modernidad líquida diagnosticada por Zygmun Bauman.
Sin
embargo, Van Patten pudo abrir una ventana en esa realidad sofocante planteada
por la estética de Charlie Brooker. Y evitar que sus protagonistas se asfixien
hasta el extremo del vaciamiento del sentido provocado por una vida homogénea,
donde nuestros afectos, sensaciones, miradas, formas de coger y amar, son
programadas por una base de datos e impuestas regulando nuestro tiempo en la
existencia. Aunque el precio de la libertad, exija una voluntad de poder
inquebrantable, una fuerza de imaginar lo imposible, y de una resistencia implacable ante el
autoritarismo de las sociedades de control. “Hang: DJ” es una melodía siniestra y subyugadora dentro
de un repertorio de exploraciones rítmicas no tan afortunadas en su recepción
con un público que aún no ha terminado de engullir todo el banquete.
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