“La memoria es una gran traidora”
En su cuarta temporada, la serie Black Mirror, continúa mostrando la
traumática relación que experimenta la sociedad contemporánea con el avance de
la tecnología. La serie mantiene su economía audiovisual, pero arriesgándose con
una auténtica puesta en escena de lo siniestro. Charlie Brook impulsa su
propuesta inicial, renovando sus distopías narrativas, hasta el delirio
estético, l penetrando en la piel del espectador. En esa situación invasiva nos
coloca el episodio titulado Cocodrile.
Observamos la deriva de una exitosa arquitecta, atropellada por una marea
de infortunios, que terminan introduciéndola en un callejón sin salida, convirtiéndola en una asesina buscada por la
policía. El personaje muestra una abrupta trasformación como parte fundamental
de la tragedia. Podemos sentir, como espectadores, el desmoronamiento moral de
la protagonista, pero, al mismo tiempo, también vemos su reacción ante el
encierro kafkiano como expresión de la memoria vigilada. El aparato tecnológico
que permite entrar en la psiquis humana y reconstruir sus recuerdos, se vuelve
un arma fundamental para las instituciones policiales. Una detective abogada entusiasta y con mala fortuna, termina convirtiéndose
una víctima del delirio nervioso que arrastra a la protagonista en el abismo de
su propia personalidad.
La escritura apareció en el mundo griego como una tecnología capaz de
espacializar el tiempo, afectando así la propia capacidad de la memoria, y
trasladando el conocimiento reservado en el discurso del logos a la plataforma sospechosa
del libro. Con otras palabras, nuestra memoria siempre se ha espacializado en
un soporte material, cuyo control se encuentra en la disputa de lo político. En
Cocodrile, somos arrastrados a la experiencia más aterradora, cuando los
límites del poder superan cualquier condición humana. Me refiero a la
desposesión de la memoria, cuando el derecho individual de ella, se pierde en
manos de los aparatos del estado. La protagonista queda atrapada en el borde
del barranco. Y está a punto de caer, cuando por medio de la memoria de los
demás, la policía pueda identificar su paradero. Porqué perdemos poder sobre nuestra
memoria, como decía Platón, cuando ésta se exterioriza. El poder de la
tecnología sobre nuestra memoria es la situación despótica por excelencia. Este
episodio nos impele a realizarnos la siguiente pregunta: Qué haremos cuando el
último reducto de liberad sea perseguido por los funcionarios del Proceso de
Kafka. Acaso la memoria es la herramienta de control principal para mantener el
orden político, desde la antigüedad griega hasta la era digital. Cómo construir
memoria usando nuestros medios actuales. Lo cierto es que la memoria está bajo
la lupa del poder. Como diría Anais Nïn “La memoria es una gran traidora”.
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